Este imaginario ha surgido de la idea de que la
educación para estudiantes con discapacidad debe ser diferente, normalizadora y
tendiente a corregir o compensar aquello que estos niños, jóvenes o adultos no
pueden lograr. En Colombia coincide con el surgimiento de múltiples
instituciones públicas y privadas dedicadas a la “educación especial” de niños
y jóvenes, que se reconocen como instituciones “inclusivas”, y en las cuales
predominan espacios terapéuticos y propuestas de formación técnica, artística u
ocupacional, ajustadas a las “posibilidades de aprendizaje” de los estudiantes
con discapacidad. De esta manera, la oferta educativa se especializa en la
atención a determinados colectivos con distintas discapacidades. Los colegios o
establecimientos educativos formales se concentran en la oferta educativa para
poblaciones sin discapacidad, y solo a finales de la década de los 90 y
principios del siglo XXI, emerge una ola de instituciones que desarrollan
“programas de educación inclusiva” e integran en sus aulas estudiantes con
discapacidad.
Tras este imaginario persiste la creencia de que las personas con discapacidad no cuentan con los recursos cognitivos para aprender los mismos conocimientos, ni desarrollar las mismas habilidades que los individuos normo típicos, y por ende es preciso disminuir la expectativa de logro con respecto a aquello que alcanzarán una vez culmine su formación. Se piensa que, por ejemplo, no podrán acceder a la educación superior, no lograrán autonomía e independencia y su desempeño laboral estará restringido solo a actividades de carácter técnico, si consiguen ubicarse y mantenerse en ese ámbito.
Tomado de : Documento orientaciones Técnicas, administrativas y Pedagógicas para la atención Educativa a Estudiantes con Discapacidad en el marco de la Educación Inclusiva. Ministerio de Educación Nacional. 2017
SEGUNDO IMAGINARIO
Todos los estudiantes con discapacidad tienen limitaciones de índole intelectual.
Una creencia que ha prevalecido a lo largo del tiempo tiene que ver con la idea ampliamente extendida de que toda discapacidad conlleva dificultades de razonamiento e impide una adecuada toma de decisiones. Por estas razones, se piensa que cualquier persona con discapacidad tiene limitaciones para decidir o realizar inferencias para solucionar problemas de la vida cotidiana. Esta creencia ha llevado a que los sujetos con distintas discapacidades no tengan derecho a manejar sus propias cuentas bancarias o el dinero que perciben por el trabajo que realizan, ni tampoco la oportunidad de tener una familia y una vida independiente.
A la base de este imaginario se asienta la idea de que la discapacidad es sinónimo de déficit. En el común, una persona con discapacidad es un sujeto deficitario que no cuenta con las mismas habilidades y destrezas que los demás. El sujeto se reduce a la discapacidad y lo perdemos de vista. De ahí surgen denominaciones como “el Asperger”, “el autista”, “el ciego”, “el depresivo”, y se desdibujan Juan, María, Carlos, Esther, Rosario, Juliana.
Transformar este imaginario supone comprender la discapacidad como una categoría que engloba otras trayectorias del desarrollo a las que debemos atender de cierta manera y con apoyos concretos y puntuales. Si aceptamos esta nueva premisa, pasamos del déficit al reconocimiento de que el desarrollo no constituye una línea recta, ascendente y uniforme, que todas las personas transitan de modo semejante y haciendo uso de lo mismo (los mismos libros, las mismas ayudas, las mismas instrucciones). Hay múltiples caminos y diferentes modos de aprender.
Febrero 16 de 2021
IMAGINARIOS
EN LA ATENCIÓN EDUCATIVA A ESTUDIANTES CON DISCAPACIDAD.
Existen diversos actores
involucrados en el proceso educativo de estudiantes con discapacidad que aún contemplan
ideas con respecto a los avances en la comprensión de las personas con
discapacidad y su educación, aquí los denominamos imaginarios. Abordaremos algunos de estos, al tiempo que propondremos las ideas que deberían impulsarse para
contribuir mejorarlos.
PRIMER
IMAGINARIO
Los
estudiantes con discapacidad deben estar en instituciones especiales que se
acomoden a su ritmo de aprendizaje y a sus limitaciones.
Este
imaginario ha surgido de la idea de que la educación para estudiantes con
discapacidad debe ser diferente, normalizadora y tendiente a corregir o
compensar aquello que estos niños, jóvenes o adultos no pueden lograr
Tras
este imaginario persiste la creencia de que las personas con discapacidad no
cuentan con los recursos cognitivos para aprender los mismos conocimientos, ni
desarrollar las mismas habilidades que los individuos normo típicos, y por ende
es preciso disminuir la expectativa de logro con respecto a aquello que alcanzarán
una vez culmine su formación.
Se piensa que, por ejemplo, no
podrán acceder a la educación superior, no lograrán autonomía e independencia y
su desempeño laboral estará restringido solo a actividades de carácter técnico,
si consiguen ubicarse y mantenerse en ese ámbito.
Romper
este imaginario nos invita a mirar al individuo y a considerar la discapacidad
que le ha sido diagnosticada (o que sospechamos) como una característica más,
contrario a pensar que la discapacidad es
la persona o la define enteramente. Por tanto, colocar como centro a la persona
nos obliga a pensar en los ajustes, las adaptaciones, las atenciones, etc. que
ella requiere para desenvolverse exitosamente en la sociedad.
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